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viernes, 29 de octubre de 2010

A la memoria de alguien grande…



¿Por qué tenemos la mala costumbre de matar a la gente y luego inmortalizarla? ¿Qué acaso no sería más útil dejar que cada uno de esos inmortales se desarrollen por sí mismos y lleguen hasta donde su condición los deje? A menudo ponemos todo nuestro empeño para que muchos de esos personajes que ahora tenemos bajo una escultura vuelvan a hablar, expongan una vez más sus ideas, y así quizás, dejarlos ir en paz. Sin embargo, ocurre que los monumentos no hablan, ni exponen ideas, simplemente se dedican a recordarnos una fecha y el nombre de un personaje, y con el tiempo, esa memoria colectiva se va perdiendo. Esto sucede con frecuencia en nuestro medio, y el problema en últimas no es la falta de memoria ¡No! El problema es que tenemos tantos mártires a quienes hacerle estatuas que ya no tenemos espacios físicos para colocarlos, mucho menos espacios mentales para albergarlos a todos.
Algunas veces me pregunto si algún día, toda esta barbarie parará, si realmente el sacrificio de quienes representan esas estatuas valió la pena, si en verdad aportaron algo como seres vivos, que alguna vez fueron, o si más bien se convierten en un fantasma más de nuestro medio. La respuesta es compleja, un tanto subjetiva, pero no por ello insignificante. Lo más frustrante de todo no es convivir con esos fantasmas, o con esas ideas, lo más frustrante de todo es convivir con la impunidad, eso sí que genera una mezcla de sentimientos extraños, quizás en algunos sea tristeza, en otros, rabia, algunos quizás se sientan impotentes, y otros puede que sean indiferentes; lo que sí es cierto es que nunca sabremos en qué forma pudo haber cambiado el curso de nuestra realidad, cómo se hubiera escrito la historia ni cuál habría sido el fin de esos personajes. Ese trabajo se le deja a la imaginación.
Las balas en este país han cambiado, en muchísimas ocasiones, el curso de nuestra historia. No estoy diciendo que fuéramos mejores, quizás hubiéramos llegado a un estado más deplorable que el que ostentamos hoy día, quizás estuviéramos en la misma situación o es posible que un poco mejor, lo que sí sé, es que esos personajes que sepultamos físicamente, y a los que la memoria también busca sepultar, tenían muchísimo potencial, demasiadas ideas como para transformar nuestra realidad. Si Gaitán hubiese llegado a la Presidencia, quizás, muchos grupos insurgentes, hijos de los años 60 y 70, no hubiesen surgido jamás. Si Galán hubiese sido Presidente, ahí si quién sabe qué hubiera ocurrido porque le tocaba enfrentarse a un personaje nada insignificante de su tiempo –Pablo Escobar–, pero otro cuento hubiera sido. Si la UP no hubiese sido exterminada ¿Qué habría ocurrido? Por lo menos nos hubiéramos ahorrado la vergüenza mundial de ser unos animales que exterminan un partido político por completo. Si a Jaime Garzón  no lo hubiesen alcanzado las balas de… ¿Qué haría ahora?
Para muchos, reflexiones ociosas, para otros, necesarias. Colombia se convirtió en un país donde se albergan, básicamente, dos tipos de personas: Los intolerantes y el resto. A estas alturas es imposible separar narcotráfico, política, paramilitarismo y guerrilla. La pobreza espiritual que rodea nuestro entorno nos hace ser seres huecos incapaces de soportar críticas, incapaces de hacer las cosas bien, incapaces de serles fiel a unos mínimos principios y capaces de ponerle precio a algo que nadie nunca se hubiera imaginado que puede comprarse: las ideas. Creo que nuestra humanidad ha llegado al punto más bajo de su decadencia, que por más intentos que demos unos cuantos por ponernos en pie, siempre habrá una fuerza mucho mayor que nos logra doblegar, y ojo que no es pesimismo, es la dura y cruda y realidad.
Es posible que no sepamos jamás quién dio la orden, porqué exactamente, es posible que nunca lo sepamos, pero debemos mantener en alto las banderas de quienes arriesgaron alguna vez algo tan exclusivo e importante como su existencia, de quienes de verdad tenían principios que valían mucho más que la vida y de quienes alguna vez soñaron y jamás le pusieron precio a las ideas. Es importante que conservemos intactos y llevemos con cada uno de nosotros cada una de las reflexiones y el legado que nos dejaron muchos de esos personajes, es fundamental que dejemos la mala costumbre de matar las ideas y poner a vivir un pedazo de cemento, es conveniente deshacernos del olvido y no cometer la torpeza de omitir para seguir viviendo. Es apenas justo recoger las enseñanzas e impartirlas como si se tratase de sus autores, como hacerle frente al olvido.
Jaime Eduardo Garzón Forero, uno de los tantos que merece, por lo menos, la memoria, uno de los tantos que merece justicia, reparación ¿Qué clase de reparación? y revivir. Imposible de creer que hasta la risa tenga cabida en un cementerio, inconcebible que el humor y la inteligencia sean el banquete de los gusanos, inadmisible que el deseo de construir un mundo del tamaño de los sueños se convierta en una utopía en un entorno donde casi todo es posible. Absurdo es el sacrificio de alguien que puso el pecho por… un país que no merece otra cosa que el repudio, un país que no es digno de tales sacrificios, un país sin memoria, un país donde dudo que alguna vez se pueda llamar dignamente país. Jaime, si después de la muerte hay vida, si después de la muerte es posible mantener las ideas y si es permitido cuestionarse; espero que allá, donde quiera que estés, se respeten las ideas, espero que nos odies demasiado y espero encontrarte algún día; gracias por tu legado, infinitamente gracias por tus ideas, gracias por tu valentía, y sobre todo, gracias por enseñarnos que por los sueños se lucha, cueste lo que cueste.
Lejos de ser el payaso que todo el mundo sigue creyendo que fuiste, lejos de ser el colaborador de grupos ilegales que todo el mundo cree que fuiste, lejos de ser aquel impertinente que los intolerantes creen que fuiste; solo me resta decirte gracias Jaime, fuiste y serás siempre grande, por lo menos para mí, aunque no te sirva de mucho ya. Descansa en paz, si es que puedes…