"En un mundo desencantado, el único camino que queda por recorrer es el de volverlo a seducir", José Cuesta Novoa.
Siempre me he preguntado si este asunto de los
brujos, adivinos, chamanes, ¿Qué no son la misma cosa?, sirven para algo. Nunca
he acudido a ellos porque les tengo recelo, cómo así que la mitad de los
trabajadores informales en el centro de Medellín trabajan para esta gente, y
hay que ver todo lo que prometen: recuperar el amor de su vida, componer sus
finanzas, encontrar empleo, salud… En fin, con todo lo que prometen, si es
verdad que lo pueden hacer, láncense a la Presidencia, ahí serían más
efectivos. Pero bueno, iba a decir que no creo en esas historias, solo cuando
las escucho, pero me crean la duda, a veces, cuando atinan (compréndanme, crecí
escuchando las historias de finca de las brujas que se convierten en animales,
que chiflan a media noche, que te convierten en sapo). Por ejemplo, para las
elecciones Presidenciales de 2002 salió un señor de estos a decir que ni Sanín
ni Serpa serían Presidentes después de que estos fueran los más opcionados, todos
se sorprendieron, obvio, si no eran ellos… ¿Entonces quién? Esa fue la parte
donde apareció quien sería “el mejor Presidente de la historia de Colombia” (vaya
historia) y ganó. Al respecto, me queda la duda si ese señor que se la tiraba
de brujo era paramilitar, o algo así, no porque “el mejor Presidente de la
historia de nuestro país” tenga relación con esos “bandidos” sino porque como
ellos todo lo saben, digo.
Pero bueno, yo iba a hablar de otra cosa. No recuerdo
muy bien cuando fue pero en una de esas mágicas sesiones, donde nuestro país,
ansioso por conocer su futuro y, paradójicamente, apático por su pasado, le
preguntó a un señor de estos cuándo acabarían las FARC y el sujeto responde: “en
el 2013 se acabarán las FARC”, eso fue antes del chisme de los Mayas, se
imaginan mi confusión… ¿A quién le creo? En fin, suponiendo que a los Mayas los
exterminaron y no los dejaron terminar su calendario (supongamos, es algo
remoto, nada real), tendría motivos para creer que en el 2013 seguiremos vivos (aunque este mundo anda tan raro últimamente... Eso tiembla en todas partes),
por ende, es factible decir que habrá actividad humana relacionada con el fin
de las FARC para entonces, la pregunta es, ¿Se acabarán las FARC? Y es
pertinente la pregunta después de revisar los intentos fallidos de “paz”, después de entusiasmar al país con este asunto de los diálogos y fracasar sin encontrar culpables, pero bueno,
como estamos en Macondo, este país da pa’ todo, literal, tanto así que les
prometen paz a costa de las FARC, vaya chiste, pero bueno, el paseo apenas está
arrancando así que me lo voy a disfrutar, no empezaré a quejarme, seré una
colombiana de bien, de esas que hinchan el pecho cuando escuchan el himno, de
esas que abusan de las amígdalas cuando Juanes habla de “la Tierra” y se vuelan
de clase para ver competir a Mariana Pajón, seré de ese tipo de colombianos en
estos días, lo prometo.
Sin embargo, no por tirarme el paseo, si hacemos
memoria, bueno, no se esfuercen mucho, este país ha pasado por los diálogos de
los intentos fallidos y aquí seguimos derramando tinta sobre esta cosa amorfa
llamada Colombia y sobre esa vaina rara llamada guerra. Y si rememoramos, ¿Cuántas
oportunidades de pactar la paz con las FARC hemos tenido?, les recuerdo solo el
episodio del Caguán, el de la Uribe y la Constituyente, aunque esta vez es
diferente, no despejaron medio país sino que están probando la modalidad del paseo
de olla a Oslo y la Habana, sin embargo, no debemos olvidar esos intentos
fallidos de diálogos que en otrora fracasaron. Así, cuando revisamos qué pasó, podemos hacer el papel de los irresponsables que escriben la historia y
señalan como únicos culpables a los guerrilleros, o podemos ser decentes como Laura
Restrepo y reconocer que no tuvimos los pantalones para defender la paz en su momento y que, por tanto, también es culpa nuestra. Por
eso, esta vez defiendo las palabras de Timochenko cuando invita al pueblo
colombiano entero a defender este proceso. Esperemos que esta vez Enrique
Santos no publique una colección de artículos deprimentes titulados “la guerra
por la paz” donde dé cuenta de otro proceso de paz fracasado, esperemos que
esta vez escriba cosas como “mi hermanito lo logró”, retando al Rey del Twitter
a contestarle cosas como “su hermano es un hampón”.
Pero bueno, a JuanMa le dan igual estas
palabras, a fin de cuentas él se está jugando su vida, pues, desde que pisó la
alcoba principal de la Casa de Nariño supe que buscaba, no solo el lugar de la
Presidencia en la historia, sino, en vez de ello, un lugar destacado en la
historia, no como su predecesor que parece condenado a quedar al lado de cuanto hampón, paramiltar y delincuente con corbata hay. Desde que escogió a Chávez como
su mejor amiguito supe que tramaba algo, ahora sé que es capaz de empeñarle su
alma al diablo con tal de marcar la historia. Pero tranquilo JuanMa, ya usted se ganó un lugar excepcional en la historia, qué más quiere, es el primer Presidente "gago" del País y el primero que devuelve una Reforma Constitucional hecha por haraganes para haraganes.
Sin embargo, detrás de tantas flores y
optimismo (obvio, yo siempre me tiro los paseos) dejemos algo en claro, las
FARC pueden acabarse, bienvenidos sean, pero ¿la paz? ¿Alguien cree que
alcanzaremos la paz si las FARC entregan las armas? Esa pregunta no la
contesten, algún día “la urna virtual”
sabrá hacer su sabia consulta (si es que ya no la hizo), entonces contesten
allá, aquí no, no estoy de humor para escuchar un “sí, claro, obvio”, y tampoco
creo que se acabe el hambre, la pobreza, la falta de educación ni que aumenten
los niveles de vida y empleo porque se acaben las FARC, es más, ¡tendríamos más
desempleados! Imáginense a todos los desmovilizados buscando empleo, bueno,
mejor no se los imaginen. La cuestión es que aquí la guerra no se acaba con las FARC, mientras exista corrupción, hambre, desigualdad extrema y uno que otro hampón de lo que está lleno el Congreso, por ejemplo, la guerra será una constante. No habrá paz mientras nuestros campesinos no vuelvan a sus tierras, mientras nuestros niños no vayan a la escuela, mientras nuestra juventud no tenga oportunidades, mientras las Multinacionales se consuman nuestros indígenas y se lleven nuestra riqueza. Ahí sí como dijo Clara López, mientras haya coca hay guerra. Pero bueno, lo destacable de todo esto es que “el mejor
Presidente de la historia del país” ya no tendrá un grupo armado para señalar a
los sindicalistas, a los estudiantes, a la oposición y, en general, a la gente
digna y de bien que no piensa como él.
Finalmente, para decir algo que no pensé que
diría, apoyo al Señor Presidente en su empresa, aunque guardo muchos recelos
debajo de la almohada, pero eso dejémoslo para cuando las cosas marchen mal, por
ahora no dañemos la fiesta y celebremos que, después de mucho andar, volvimos
al discurso desgastado de la paz, esperemos que esta vez sí se pueda, de lo
contrario habrá que escribir montones de libros, artículos académicos y columnas
de opinión, es más, habrá que crear futuros semilleros de investigación que den
cuenta del fracaso de este proceso de paz, aunque si se logra, habrá que
dedicar más de un semillero, un libro y un artículo a descifrar el fondo del
proceso para entender cómo la guerrilla más antigua de América Latina depuso
las armas ante el sucesor del “mejor Presidente de la historia de Colombia”, el
Rey del Twitter. Por ahora, saquemos nuestra mejor cara de optimistas, como en el pasado lo hicieron nuestros padres y abuelos, hagamos el papel de siempre, de colombianos con fe, y los invito a ello aprovechando que esta vez el circo se ve bien montado, por lo menos esta vez involucraron en el diálogo a los Militares, eso los mantendrá ocupados mirando a ver qué dicen y no hacia dónde disparan, como en antaño, además, no se dio el tropel del despeje, del cese al fuego, de leyes de amnistía, esta vez las cosas van un poco más civilizadas, por lo menos todo el Gobierno le apunta a lo mismo. Yo, en particular, las veo bien, esperemos a ver qué nos depara el destino, en estos casos la historia tiene la última palabra.