Tuve una pesadilla, y fue horrible. Me vi
llegando al médico con un fuerte dolor de uña y le suplicaba, le rogaba, le
imploraba que me recetara cualquier cosa, aunque fuera acetaminofén, que
hiciera algo porque el dolor de uña me estaba matando. Noté que me miraba con
desdén y entonces empezó a explicarme que no podía, que eso no lo cubría el POS
porque en la última reforma a la salud sólo habían dejado los medicamentos que
más demandaban los colombianos, y como todos le hacían mala cara al
acetaminofén decidieron sacarlo. ¿Y un ibuprofeno? Pregunté. No, ese también
salió del POS por la misma razón, siempre lo recetaban y los pacientes no se lo
tomaban porque no le tenían fe, y ahí fue cuando recordé el montón de veces que
me lo habían prescrito y que ni siquiera lo reclamé.
¿Entonces qué recetan aquí? Pregunté
desesperada, mientras mi dolor iba en aumento. El médico alzó la vista por un
segundo, frunció el seño como quien trata de recordar algo, dejó de chatear con
sus amigos en facebook, y me respondió que con mucho gusto me aplicaba una
inyección, que estaba en el POS, pero que el último Director del Hospital, que
no aparecía hacía un mes y se creía que estaba huyendo porque estaba siendo
investigado, se había llevado todo el dinero.
¡Es un cínico! Grité visiblemente alterada,
mientras daba un golpe en seco sobre el escritorio con la otra mano, la que no
me dolía. El médico me explicó que el Director financió la campaña del último Gobernador
electo y, como éste último lo había nombrado, el Director vació las arcas del
hospital para pagarse la deuda multimillonaria que había dejado el Gobernador
después de que éste huyera, tras ser perseguido por la Fiscalía luego de que el
Tránsito lo sorprendiera manejando después de haberse tomado una cerveza, pues,
las sanciones las habían endurecido a tal punto que a quienes sorprendieran en
ese estado los someterían a la pena de muerte.
Me quedé pasmada, miraba hacia todas partes
tratando de encontrar una solución a mi dolor. Traté de respirar profundo,
dicen que eso ayuda con el dolor, pero no es cierto. El médico siguió imbuido
en el computador, lo que me causó un ataque de ira y terminé por gritarle: Deje
de chatear en facebook, respéteme por lo menos, atiéndame así sea que nos
pongamos a conversar sobre la telebobela de anoche. Entonces me respondió que
ya no estaba chateando porque mis gritos no lo dejaban concentrarse, ahora
estaba jugando solitario.
¿Y es que aquí no trabajan? Le pregunté
alterada. Qué más quisiéramos nosotros, me contestó. Algunos tenemos
disposición para trabajar pero es que ya no hay casi clientes, y a los que
llegan, como usted, no podemos atenderlos porque no hay nada. Se quedó
dubitativo unos segundos y prosiguió… ¿Sabe? Si en mis tiempos hubiera existido
esa carrera nueva que están ofreciendo todas las universidades ahora, “administración
funeraria”, créame que la hubiera estudiado, pero como mi familia siempre fue
de médicos y vivió bien, creí que la historia se iba a repetir en mí, y ya ve,
no pasó. Mi hijo sueña con ser sepulturero y tengo un sobrino que está haciendo
un máster en remoción de escombros, desde la tragedia esa de Space ese cuento
como que se volvió rentable.
¿Y entonces, de qué viven los médicos? Le
pregunté asombrada. Me miró fijamente, con mucha nostalgia, y comprendí, por la
tristeza de sus ojos diáfanos, que habían caído más bajo que los profesores de
escuela, a quienes paulatinamente les fueron quitando privilegios para volverlos
unos gamines más. De repente mi uña comenzó a dolerme mucho más y pegué un
grito… Entonces me desperté sudada, con la respiración entrecortada, temblando
del miedo.
Me senté en la cama, miré la hora y me quedé
pensando en la magnitud de la pesadilla. Vislumbré el futuro por un instante y
corrí al computador. Envié solicitudes a la NASA para que me aceptaran en el
grupo ese de personas que se van para Marte y vi, con angustia, que el
proyecto había fracasado, que la segunda convocatoria que aspiraban hacer ya no
iba a ser posible porque tuvieron muchos inconvenientes en Marte. Entonces me
dijeron que les parecía muy curioso que una colombiana les hiciera la
solicitud, pues, justamente cuando les comunicaron a las personas que había que
regresar a la Tierra los colombianos se negaron rotundamente y armaron un sindicato en Marte, exigiendo el respeto a su derecho a una vida digna, a sabiendas
que se iban a quedar totalmente desprotegidos en Marte.
Twitter: @MaJiPaBe