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lunes, 4 de abril de 2011

Educación Vs. Desarrollo ¿Podemos hablar de lo uno sin lo otro?: Un discurso más en defensa de la universidad.

Luchar por una universidad pública, abierta, libre, plural, diversa, etc., es una bonita causa, ¿Quién se opone a ella? ¡Nadie, por supuesto! Eso podríamos creer en principio. Sin embargo, que estos entes sobrevivan en pleno Siglo XXI en un país como el nuestro es ya un milagro. El proceso de privatización de la educación viene desplegando sus tentáculos hace ya un número importante de años, y lo que se ha logrado al respecto es bastante. Se han librado infinidades de batallas entre quienes defienden su carácter público y quienes se inclinan por su peyorativo camino de la privatización, y adivinen quiénes van ganando la partida. Que una Universidad pública de la talla de la Universidad de Antioquia; la segunda mejor del país después de la Universidad Nacional de Colombia, con un puntaje de acreditación de calidad de 9 sobre 10; tenga que aportar con recursos propios el 46% del total de su financiación deja mucho qué decir. ¿Qué no era una Universidad Pública? A mí me late que con un 4% más de autofinanciación terminaría siendo universidad privada, si es que ya no la podemos considerar casi como tal. Mis detractores dirán que soy alarmista, paranoica y exagerada; el tiempo, en cambio, me dará la razón. Aunque les confieso que guardo las profundas esperanzas de que todo esto se revierta y que el tiempo no me dé la razón jamás.
La universidad pública es una extensión de la sociedad y por ello debe involucrarse con ella para buscar soluciones verdaderas y concretas a los problemas que bullen al compás de las realidades. Las dificultades que atraviesa la Universidad de Antioquia en estos momentos no son otra cosa que el reflejo de esa misma sociedad de la que hace parte. El comercio de estupefacientes (una de las tantas problemáticas que se exteriorizan) no se creó al interior de la Universidad de Antioquia y el hecho de que se presente no quiere decir que no sea importante, sin embargo, la campaña de desprestigio que se ha hecho en torno a esto deja mucho que pensar: Da la impresión como si desde el interior de esta institución se estuviesen pervirtiendo el resto de estamentos que conforman esa familia llamada sociedad. Pero no nos digamos mentiras, en un país donde una porción importante de su Congreso, de su Gobierno y demás entes estatales, están involucrados en situaciones ilícitas y escándalos de corrupción, lo menos que se puede esperar es que se presenten estas lamentables situaciones. ¿Si los padres no dan buen ejemplo qué podemos esperar de los hijos?
En torno a ese juego macabro en el que la universidad pública busca sobrevivir y el esteticismo Estatal trata de aparentar, se han aplicado infinidades de políticas encaminadas a asumir el control. El fracaso de las medidas que se han implementado en torno a estas dificultades no se ha hecho esperar. La coacción de la fuerza pública y la represión son vías de hecho desesperadas que solo buscan generar una tensa calma: Aparentar resultados satisfactorios con disposiciones triviales. ¿La solución? Yo qué sé. Es probable que el tipo de políticas que se necesiten para salir de la crisis ameriten grandes retos y ¿Por qué no? Un replanteamiento total y profundo de la actual visión del mundo. Quizás darle mayor preponderancia a la educación como esencia, a la sociedad como sistema y a la humanidad como conjunto sea una opción viable a la hora de entrar a resquebrajar las bases de las condiciones actuales. Educar es quizás la tarea más sencilla y económica, pues, una tiza cuesta muchísimo menos que una bala y los resultados, a futuro, siempre serán mejores por la vía de la enseñanza. Un pueblo educado crece, un pueblo en guerra se desvanece.
Esta sencilla realidad, en principio, es trivial. Pero nuestro mezquino país no logra comprenderla, para nuestro país la educación es un gasto, no una inversión; es un problema, no una solución. La situación se torna compleja e incómoda cuando nos encontramos frente a un país, por no llamarlo “Estado Fallido”, que tiene como objetivo el desarrollo. En este momento es cuando uno se pregunta, desde lo más profundo de su ser: ¿Desarrollo? Esta es la parte donde podríamos sentarnos, arrugar las cejas y mirar el firmamento, rascarnos la cabeza y, ¿Por qué no? ¡Angustiarnos! ¿Cómo va a alcanzar un país el desarrollo ignorando la educación? Ustedes perdonarán mi ignorancia pero es que no logro comprender cómo diablos un país avanza en la medida en que reprime su educación. Y si a esta preocupación le agregamos una frase de Simón Bolívar la confusión se acentúa mucho más: “Las Naciones marchan hacia su grandeza al mismo paso que avanza su educación”. En este sentido, la educación debería ser considerada el pilar fundamental de la sociedad, en torno a ella deberían figurar temas como el crecimiento y el desarrollo, pues, es absurdo ajustar la realidad a los modelos; sería más fácil ajustar los modelos a la realidad. La tarea es grande y la misión apenas empieza, el camino es largo y los obstáculos son inmensos, eso sí.
Pero haciendo a un lado ya las utopías y, quizás, las quimeras; yo creo que se acerca la hora cero de la educación en Colombia, la hora en la cual ni la Universidad Nacional de Colombia, ni la Universidad de Antioquia podrán escapar. Me preocupa de sobremanera esta situación porque, aunque no lo crean, me preocupa mi país y me duele mi universidad, mi Alma Máter. ¿Qué es lo que perseguimos en este país entonces? ¡A mí que no me vuelvan a decir que Colombia es un país en vía de desarrollo! ¿Cuál vía de desarrollo? ¿A quién tratamos de engañar? Tiene más presentación admitir que somos un país subdesarrollado, con graves problemas internos a nivel social, problemas que tocan temas tan delicados como la violencia, la educación, la dignidad humana, entre muchos más. Creo que es hora de admitir nuestras dificultades, pues, en la medida que las ignoremos o tratemos de ocultarlas, jamás lograremos superarlas.