Como toda tragicomedia en nuestro país, y en medio del
folclor que nos caracteriza a la hora de hacer cualquier cosa, el tema de la
ley seca previo a elecciones no se salva. Por estos días ruedan por las redes
sociales toda clase de burlas a la ley seca que impera en víspera de las
elecciones. El asunto se trata de garantizar el “orden público”, una expresión
tan inasible que, hasta el día de hoy, todavía no sé de qué se trata. Ni siquiera
los expertos saben qué es, ¿alguien sabe a qué se refiere la ley cuando dice “la
moral”, “las buenas costumbres” y “el orden público” en COLOMBIA? Yo no.
Si el voto fuera obligatorio, que debería serlo, tal
vez se entendiera la ley seca como una medida para evitar la resaca y
garantizar que todos vayan a votar. Pero bueno, aquí seguimos tratando de deducir,
con base en la realidad, que lo que buscan es que la fuerza pública se ocupe de
organizar a las personas en los lugares donde van a repartir la lechona, el
sancocho de gallina y los tamales a cambio de un voto, y no persiguiendo
borrachos ni haciendo comparendos. En el mejor de los casos, tratando que las
personas no cobren dos y tres veces los $20,000 que les prometen a cambio del
voto.
En fin, es tan complejo este asunto de para qué una
ley seca si, por lo general, aquí beben y beben y solamente atropellan gente,
se agarran a los puños (de vez en cuando con puñal en mano), y terminan
llenándole los bolsillos a los productores de gatorade. De lo anterior, lo único
que se altera como consecuencia de la ley seca es que bajan las ventas de
gatorade.
Pero seguimos en las mismas… ¿Para qué la ley seca? Siendo
un poco más románticos, pensando más en la moral, las buenas costumbres y bla,
bla, bla…, esas cosas que les dije que no entendía, podría decirse que la medida
de la ley seca busca tener una población ampliamente sobria y lúcida que vaya a
las urnas a elegir a esos ciudadanos (“y ciudadanas”, para seguirle la
corriente a Petro y a Fajardo) de bien que tanto le aportarán al país. Pero definitivamente
esa no es la razón, el voto sobrio no tiene ninguna relación con elegir bien.
Y es cierto, si hemos votado sobrios todo este tiempo
y los resultados han sido tan nefastos, de pronto metiéndole alcohol a la cosa
se nos olvidan los $20,000 que nos dieron para votar por el malandro de turno,
quizás con una resaca encima se nos olvida el nombre de esos partidos políticos
por los que NADIE, ni siquiera las personas allegadas a los candidatos,
debería votar. Tal vez, después de una rumba de esas carnavalescas, en medio
de la cordura de un guayabo, con la sensación de “no volver a beber”, tomemos
la decisión de no volver a elegir mal.
Deberíamos, entonces, hacer una acción popular para
tumbar esa medida. Implementemos el experimento a ver cómo nos va, no nos
dejemos amedrantar. No es justo con los señores de bavaria, ni de gatorade, no
es justo con esos sujetos que se ganan el pan de cada día a costa de asaltar
borrachos. No es justo con esos taxistas que se tienen que aguantar la perorata
de bobadas que dice un borracho en el camino a casa, cuando el señor del taxi
se encarta porque el pasajero ni siquiera recuerda dónde vive.
¡No es justo! Levantémonos en contra de todas estas
injusticias y exijamos, con base en el artículo 16 de la Constitución, el voto
ebrio, por aquello del libre desarrollo de la personalidad.
@MaJiPaBe
@MaJiPaBe